18-12-2014
DEVANEOS
En abril del presente
año leí la tronchante y muy recomendable Historia estúpida
de la literatura de Enrique Gallud Jardiel que me encantó.
Ahora Enrique ha publicado Jardiel la risa inteligente (Doce Robles,
2014). Lo he leído y su lectura me ha ensimismado primero y entusiasmado
después, o al mismo tiempo, no lo sé.
Al comediógrafo,
ensayista, escritor y conferenciante, Enrique Jardiel Poncela lo conocía
únicamente por sus frases ingeniosas, dado que muchos de sus aforismos aparecen
en los bloc buffet de las oficinas, como “citas del día”.
Ahí van algunas de
ellas que seguro conoceréis:
Los muertos, por mal
que lo hayan hecho, siempre salen a
hombros.
Se es más esclavo de los débiles que de los fuertes.
La sinceridad es el pasaporte de la mala educación.
Sólo los padres dominan el arte de educar mal a los hijos.
Se es más esclavo de los débiles que de los fuertes.
La sinceridad es el pasaporte de la mala educación.
Sólo los padres dominan el arte de educar mal a los hijos.
Jardiel es mucho más
que su ingenio plasmado en algunas frases mordaces, si nos atenemos a
toda su producción, que comprende conferencias, traducciones, guiones
cinematográficos, ensayos, novelas y aquello
por lo que más se le conoce, sus obras cómicas teatrales.
Me gusta mucho la
foto de la portada del libro en la que vemos a Jardiel creando, escribiendo,
frente a un folio, con su pluma en la mano, en la mesa de mármol de un café, su
lugar de creación por excelencia.
El libro se divide en
dos partes. La primera está dedicada al Hombre, la segunda
a su Obra. Luego hay un apéndice que recoge una relación de sus escritos.
En cuanto al Hombre, Enrique nos habla de la
infancia de Jardiel, de su padre Enrique Jardiel, periodista y escritor,
y de su madre Marcelina Poncela, pintora naturalista, quien “desarrolló
y cultivó el genio artista de Enrique, la
cual se dedicaba a censurar estéticamente los incipientes escritos de su hijo,
inculcando de esta manera al joven el amor por el trabajo continuo y unas altas
exigencias de calidad”. La muerte de su madre cuando Jardiel cuenta 15 años fue
dolorosísima para él.
Jardiel estudió en la Institución Libre de Enseñanza, fue un niño precoz (tuvo nociones de lo que era el socialismo antes de tener nociones de lo que era el fútbol).
Su padre lo llevaba al Congreso de los Diputados, su madre a exposiciones y museos. Se matricularía en Filosofía y Letras, carrera que abandonaría dos años después. Jardiel leía mucho y de todo, sin orden ni concierto: Dante, Dickens, Aristóteles, Arniches, Lope, Dumas, Chateaubriand, Conan Doyle.
Jardiel explica así sus inicios como escritor:
Jardiel estudió en la Institución Libre de Enseñanza, fue un niño precoz (tuvo nociones de lo que era el socialismo antes de tener nociones de lo que era el fútbol).
Su padre lo llevaba al Congreso de los Diputados, su madre a exposiciones y museos. Se matricularía en Filosofía y Letras, carrera que abandonaría dos años después. Jardiel leía mucho y de todo, sin orden ni concierto: Dante, Dickens, Aristóteles, Arniches, Lope, Dumas, Chateaubriand, Conan Doyle.
Jardiel explica así sus inicios como escritor:
“Mi vocación literaria
debió despertarse después de llamarla muchas veces. Otra cosa me sorprendería
en extremo”. Fue la literatura la que le
permitiría mantener el equilibrio mental y superar los malos momentos.
Con 18 años estrena
su primera obra de teatro, El príncipe Raudhick, escrita a cuatro manos
junto a Serafín Adame. En 1926, decide desligarse de Adame, reniega de
sus obras anteriores que considera pésimas y le entrega éste 50 comedias
inéditas.
En 1927 estrena su
primera obra en solitario, Una noche de primavera sin sueño. A finales
del 28 nace Evangelina, de la relación de Jardiel con Josefina quien les
abandona poco después. Jardiel vivirá entonces con su hermana Angelina, su hija
recién nacida y el hijo de Josefina. En 1931 conoce a la actriz Carmen
Sánchez Labajos, con quien estuvo hasta su muerte en 1951 y con quien
concibió a Mariluz. Tuvo sus deslices y rechazó a muchas mujeres pues ninguna
se acercaba a su ideal de “mujer cúbica”, esto es: la que tuviera un 100 x 100
de belleza, un 100 x 100 de inteligencia y un 100 x 100 de sexualidad, todo en
una pieza.
Jardiel fue por libre, no perteneció a sindicatos, grupo o sociedad, no apoyó ninguna ideología dotándose así de un sentido orteguiano de aristocracia, siendo individual en su vida y en sus ideas. No fue un hombre familiar, sí fue crítico con el cristianismo, no fue hombre de ritos, tampoco ateo.
“Cuando todo se hunde alrededor de uno, cuando se advierte la total soledad en que se vive, cuando se percibe la inmensa inanidad de la existencia, entonces, ¿a quién se va a volver los ojos? ¿A Carlos Marx? ¿Al presidente del Sindicato de la madera? ¿Al doctor Marañón? ¿Al obispo de Canterbury? ¿Al director de Isveztia? [OC, V: 402!]“.
Jardiel fue por libre, no perteneció a sindicatos, grupo o sociedad, no apoyó ninguna ideología dotándose así de un sentido orteguiano de aristocracia, siendo individual en su vida y en sus ideas. No fue un hombre familiar, sí fue crítico con el cristianismo, no fue hombre de ritos, tampoco ateo.
“Cuando todo se hunde alrededor de uno, cuando se advierte la total soledad en que se vive, cuando se percibe la inmensa inanidad de la existencia, entonces, ¿a quién se va a volver los ojos? ¿A Carlos Marx? ¿Al presidente del Sindicato de la madera? ¿Al doctor Marañón? ¿Al obispo de Canterbury? ¿Al director de Isveztia? [OC, V: 402!]“.
Aficionado al juego y
a los coches. Jardiel fue toda su vida un trabajador infatigable, gran viajero
y conversador, charlas que mantenía en los cafés, su lugar de trabajo por las
mañanas y de tertulias por las tardes. A comienzos de los años 30 y antes del
estallido de la guerra civil fue estrenando obras con éxito, como Margarita,
Armando y su padre o Angelina o el honor de un brigadier.
Jardiel viaja a los
Estados Unidos, trabajando allí, los años 1932-1933 y 1934-1935. Resume su
experiencia en el país contando la transformación que él mismo sufrió,
describiendo que:
“de España había
salido un hombre normal, lúcido y despierto, y una estancia de siete meses en
Estados Unidos devolvían a Europa una masa de carne inerte que vivía en medio
de una impenetrable neblina espiritual”.
Toda vez que Jardiel
es alguien reconocido y alcanza cierto prestigio, surgen los admiradores y los
detractores. Jardiel admira a Federico García Lorca, Arniches, Pedro Muñoz
Seca y Enrique García Álvarez. No mantuvo buenas relaciones con Miguel
Mihura, Valle Inclán ni con la capacidad crítica de Azorín y su vis
teatral.
Al estallar la Guerra
los que se la tienen jurada hacen una falsa denuncia y Jardiel se libra por los
pelos. Alega ser escritor y que él sólo dedica a escribir. Lo explica así.
“Mi actitud había alejado para siempre a los
milicianos. (Un hombre que escribía tranquilamente en un café era —en el verano
del 1936, en Madrid— un hombre que no tenía miedo. Y un hombre que no tenía
miedo —en el verano de 1936, en Madrid— era un simpatizante del marxismo) [OC,
II: 523]“.
De Madrid marchará a
Barcelona y de allí a Buenos Aires, regresando en 1938. A Jardiel lo
consideraron franquista. Si bien el régimen prohibió sus obras. Se consideró “antiizquierdista
de las izquierdas españolas” y dijo sentirse a gusto en la España nacional,
en los años 1940-41.
El autor del libro cree que esta afirmación de Jardiel es cconsecuencia del final de la guerra, más que otra cosa. Aunque no hiciera más defensas del régimen siempre se le echó en cara por parte de la izquierda su “falta de compromiso social”.
El autor del libro cree que esta afirmación de Jardiel es cconsecuencia del final de la guerra, más que otra cosa. Aunque no hiciera más defensas del régimen siempre se le echó en cara por parte de la izquierda su “falta de compromiso social”.
Su época dorada sería
tras la posguerra, del 39 en adelante, en especial los primeros años de la
década de los 40. En el 44 hacen gira por Suramerica, triunfa en Buenos Aires y
fracasa en Montevideo, donde lo acusan de falangista y fascista. La gira lo
sume en la ruina. Además durante su estancia al otro lado del atlántico recibe
un telegrama informándole de la muerte de su padre.
Desde 1941 todas sus
obras se cuentan por éxitos. Resultan muy divertidas todo lo que Enrique nos
cuenta sobre los “reventadores”, aquellos que iban a ver sus obras en
primera representación con el ánimo de echarla abajo, pateando en el suelo con
furia, no juzgando la obra, sino prejuzgándola, de entrada.
Jardiel moriría en
1951. Sufría un cáncer de laringe desde 1945. La enfermedad le hizo más costosa
su profesión, llevándole más tiempo acabar sus escritos, dejó de viajar, y eso
disipó su alegría, a lo que hay que sumar su estado de penuria económica, tanto
que sus únicos ingresos al final de sus días los recibió de sus artículos
publicados en El Alcázar.
Los últimos años, a
medida que sus amistades lo abandonaban, los pasó casi en soledad, junto a su
mujer y sus dos hijas. Murió con deudas que serían saldadas con la reposición
de sus obras.
Finalizado el estudio
del Hombre, Enrique pasar a abordar su Obra, aquella que hizo de Jardiel
alguien de especial relevancia y trascendencia en el mundo del teatro y de la
literatura. Ahí, Enrique Gallud especialista en la obra de su abuelo con
títulos como, Enrique Jardiel Poncela. La ajetreada vida de un maestro del
humor (Espasa, 2001) y El teatro de Jardiel Poncela. El humor inverosímil
(Fundamentos, 2011), nos ofrece unas sesudas pero amenas (y muy
enriquecedoras) páginas donde se desentraña la obra de Jardiel, su propuesta
estética, su poética del teatro, la comicidad verbal, su intención satírica, el
humor de situación, su renovación del teatro cómico, su aportación al cine, la
escuela que creó, con imitadores, seguidores y plagiadores, las obras que sobre
su figura se han escrito, y en qué estado se encuentra su obra.
En este último
aspecto no parece necesario preocuparse ya que Jardiel está de moda, pues sus
obras se siguen estrenando, y hay editoriales como Doce Robles, Rey Lear,
Vicens-Vives, Espasa, o Blackie Books, Verbum, Eride, Castalia, que siguen
a día de hoy publicando sus novelas, cuentos, relatos, incluso su poesía
(Hiperión, 2014), y escritos biográficos como éste de Enrique Gallud, sobre su
vida y su obra.
El libro
estéticamente es una gozada, está muy bien maquetado, con papel satinado, donde
podemos disfrutar de un buen número de fotos de Jardiel, así como de sus
dibujos, primeras páginas de sus obras manuscritas, o fotos de las escenas de
sus obras teatrales.
Este libro es como
asomarse a una foto en blanco y negro de nuestra historia reciente, una foto
reluciente, palpitante diría, porque la vida de Jardiel me ha resultado
subyugante, compleja, jugosa, no sólo por sus viajes, su curiosidad insaciable,
sino también por su infatigable labor creadora, innovadora, con la idea de
crear un mundo no verosímil -pues según él, el teatro debía representar lo
extraordinario, lo imposible, lo que a ningún espectador le ha ocurrido, ni
podrá ocurrirle nunca- alguien dotado como nadie para el Humor, con mayúsculas y
con hache, un sátiro, del que Jacinto Miquelerana pronosticó allá por 1944
que si continuaba escribiendo sátiras de todos los géneros, acabaría con ellos
irremisiblemente. Su idea del amor, sin hache, resulta también igual de
luminosa y aciaga.
Jardiel trató de
dignificar la intelectualidad del humor, entendido este como un instrumento
desmitificador de la norma social, arma de lucha contra los estereotipos y
puente hacia la originalidad. Los que entendemos el humor como algo
fundamental, valioso, necesario y seña de identidad de todo ser inteligente, la
figura de Jardiel no puede menos que resultarnos atrayente.
No iba buscando este
libro, no conocía a Jardiel (ahora lo conozco, algo), pero se cruzó en mi
camino, y si el objeto de este libro por parte de Enrique Gallud era vindicar
la figura de Jardiel, en mi caso se ha obrado el milagro, porque ganas tengo
(muchas) de empaparme de Jardiel, y comenzaré el año próximo con la lectura de
Tournée de Dios, y luego ya veremos, todo se andará o leerá.
Al que haya llegado
hasta el final de este post darle mi más sincera enhorabuena, e invitarle (es
un decir) a que se tome un aquarius para que recupere fuerzas.